Capítulo 37º: De igual a igual
EDWARD
-Quiero
que me conviertas en una vampira, y poder estar a tu lado para siempre.
Mi
cuerpo se tensó con ella entre mis brazos, y tuve que hacer un gran esfuerzo
para no apretarla entre ellos demasiado y lastimarla.
No
sabía lo que decía. Condenarse a esta vida sin vida, a esta mortal
inmortalidad, eternamente vagando por la faz de la tierra, con el deseo de la
sangre siempre presente en tu cabeza.
No.
Decididamente no sabía lo que decía.
Nos
quedamos en silencio, no se atrevió a decir nada más al ver la reacción de mi
cuerpo que de sobra había notado. Su embriagador efluvio me envolvía, y
mientras mi nariz se perdía en sus cabellos, mi mente osó divagar con esa idea
que ella misma había puesto sobre la mesa. Bella inmortal a mi lado, de igual a
igual, y para toda la eternidad. Ni tan siquiera me había parado a imaginármelo
porque ella no se merecía esta condena. Pero eso, eso sería todo lo que yo
pudiera querer para toda esa infinita eternidad que me aguardaba. A mí vinieron
imágenes de mis hermanos y de mis padres, todos ellos ya emparejados, y
disfrutando sin medidas ni control alguno de sus respectivos. Y yo, yo
condenado a estar solo. Me había hecho a la idea de que ahora que la había
recuperado totalmente, podríamos disfrutar del tiempo que a ella le quedara de
vida. ¿Sesenta años tal vez? Ese sería también lo que me quedara a mí, pues mi
existencia sin ella carecía totalmente de sentido, ya lo había comprobado hacía
escasas horas.
Pero
ahora, con esa terrorífica y a la vez tentadora idea sobre la mesa, todo un
mundo de posibilidades se habría ante mí. Si ella realmente quisiera,… si
fuera,… si la pudiera convertir, y ser los dos iguales, eso sería…
No
podía ni imaginármelo.
-Edd…
–Me sacó de mis cavilaciones– ¿Qué me dices?
-No
hay nada que decir cari, eso no puede ser –volví a la realidad al oír su voz.
Eso simplemente era imposible. No iba a condenar a la mujer que amaba a este
eterno castigo.
-Pero,
¿por qué? –se incorporó, mostrando su cuerpo desnudo ante mí sin tapujos, y no
lo pude evitar, los ojos se me fueron hacia sus perfectos y redondeados senos.
Ella se dio cuenta, y cubriéndose de un encantador rubor, agarró la manta que
la envolvía y se tapó. Decididamente no iba a hacerla pasar por todo ese dolor,
perder toda esa faceta humana suya que me enloquecía, como ese rubor que había
revolucionado toda su sangre, cantando más fuerte si cabe, para mí. No, no
podía condenarla por el simple hecho de ser egoísta, y quererla a mi lado para
toda la eternidad.
-Porque
no puede ser. No es tan fácil –me miró a los ojos, incrédula.
-¿No
es tan fácil?
-No
–le mantuve la mirada.
-Pero
tú, tú me dijiste que Carlisle simplemente te mordió, y ya está. Hazlo tú ahora
aquí mismo, y compartamos esta vida inmortal juntos.
-Esto
no es vida Bella. Y no se trata de un simple mordisco. No puedo hacerte esto,
¿no lo entiendes?
-¿No
entiendes tú que lo único que quiero es estar a tu lado por siempre?
-Juntos
estaremos por el resto de tus días, no me pienso alejar de ti nunca más.
-Pero
Edward…
-Bella
esta conversación se ha terminado. No quiero que dejes de ser humana por mí –la
volví a atraer hacia mi pecho. Pero ella, reticente y cabezota como ella sola,
no me dejó acercarla a mí.
-Mira
Edward Masen, o Cullen, me da igual cómo te llames ahora mismo. Mi vida es mía,
y hago con ella lo que quiero. Y quiero ser como tú, para que no tengamos que
estar siempre así –hizo un gesto con su mano, señalando nuestro alrededor, que
más bien parecía un campo de batalla. Estaba todo lleno de plumas de las
almohadas que yo había mordido cuando en la cúspide del placer mi boca
reclamaba su yugular, hierros retorcidos y reducidos coronaban la cama, y
astillas del sillón que hacía poco había destrozado cuando nos amamos ahí mismo
donde estábamos–, cada vez que nos queramos amar.
-Muy
bien –me encogí de hombros, intentando aparentar indiferencia, no podía darle
la razón, a pesar de saber que la llevaba–, pues suerte, conmigo no cuentes. No
voy a ser yo el que te condene a esta existencia.
-¡Pues
muy bien! –Me contestó ya enfadada, levantándose de mi lado mientras tapaba su
cuerpo con la manta–. Ya hablaré con Alice en cuanto la vea. No eres el único
vampiro que conozco, ¿sabes?
Conforme
se alejaba de mí, una sonrisa traviesa se me dibujó en la boca, y en el último
momento agarré una de las puntas de la manta y di un tirón, dejándola desnuda
ante mis libidinosos ojos, que la miraban con deseo. El doloroso recuerdo de
las marcas de mi deseo sobre su piel no me impidió disfrutar de la increíble
vista de su desnudez. Con todo el bochorno reflejado en su cara, pues como
estaba enfadada conmigo no quiso perder la compostura, se giró buscando la
manta. Con un ágil movimiento me levanté y la tapé, más por el frío de la época
que por cubrir su tentador cuerpo, rodeándola con mis brazos.
-Mi
amor –en un principio forcejeó conmigo para soltarse de mi abrazo, pero
enseguida desistió, viendo que no le iba a ser tan fácil– ¿No puedes entender
que ésto no es lo que yo quiero para ti?
-¿Y
tú no puedes entenderme a mí? –Se giró entre mis brazos, buscando mis ojos–
¿Qué lo que yo quiero es estar a tu lado para siempre?
-Pero
esto no es vida.
-A
tu lado sí –me rodeó con sus brazos, apoyando la cabeza en mi pecho–. ¿No te
gustaría poder compartir todo el tiempo del mundo conmigo? ¿Poder amarnos sin
miedo a hacerme daño? –Sabía perfectamente dónde atacar.
-No
Bella, no puedo consentir semejante acto de egoísmo para cubrir mis
necesidades, y condenarte, a ti que eres lo más importante que me queda de mi
vida, a esto. No insistas cari, no lo voy a consentir.
-Repito
–y así lo hizo levantando su cabeza de mi pecho–, ya hablaré con Alice.
-Ella
no lo hará, yo se lo impediré.
-Ya
encontraremos la forma de hacerlo a tus espaldas –y sin darme opción a réplica
alguna, unió sus labios a los míos, naciendo de ese contacto un íntimo y
profundo beso que volvió a despertar de forma inmediata todos los átomos de mi
cuerpo, haciéndome reaccionar al instante.
Nos
interrumpió un leve rugido que salió de su estómago, protestando de pura
hambre, y entre risas y bromas se colocó un albornoz del baño y se dirigió a la
cocina con intenciones de hacerse el desayuno. Yo me coloqué unos vaqueros
limpios míos que quedaron aquí del último viaje que hicimos, y la seguí. Tomé
asiento en uno de los taburetes de la barra americana, y me dediqué a
observarla cómo se preparaba el desayuno. Había comprado en el aeropuerto
comida para ella para varios días. Y hablando de comer, mi sed se hacía cada
vez más insistente. Yo también debería alimentarme pronto, si quería seguir
disfrutando de ella sin correr riesgos. Más tarde saldría a alimentarme, pues
en ese momento lo que más me apetecía era estar a su lado, y observarla
mientras cocinaba, pues me llamaba mucho la atención. Todos los potingues que
iba mezclando aquí y allá me parecían de lo más curiosos, aunque realmente
tenían un aspecto asqueroso. Ella me invitó a acompañarla, pero le expliqué que
todo eso ya no era alimento para mí. Mi único alimento era la sangre.
Después
de un abundante desayuno por su parte nos vestimos y salimos a dar un paseo por
la playa, nuestra playa. Era una delicia poder pasear de su mano, a pleno sol,
sintiendo la arena bajo mis pies, y los rayos del sol acariciar mi piel,
arrancándole miles de destellos que a ella simplemente la dejaban boquiabierta.
Cuando regresábamos a la cabaña sentí la presencia de Alice y Jasper, venían
con la intención de llevarme de caza y así poder evitar poner en peligro a
Bella. Con mi organismo lleno de sangre, podría controlar mucho mejor mi
instinto de hincarle el diente en futuros encuentros amorosos. No me hacía
ninguna gracia dejarla sola en la cabaña durante varias horas, pero era
necesario. Así que con la promesa de volver lo antes posible, allí la dejé, y
me eché al monte junto con mis hermanos, dispuestos a dar buena cuenta de
cuanto bicho viviente –no humano– se cruzase por nuestro camino.
En
el camino de vuelta hablé con Alice de la propuesta que me había hecho Bella de
querer convertirse en una de nosotros, y ella se lo tomó con alegría.
-Alice,
no es algo para celebrar, ¿no entiendes mi postura? –le recriminé al verla tan
contenta, haciendo ya planes para la nueva incorporación a la familia.
-Edward
ella ya ha tomado esa decisión, y sabes que hace meses la vi convertida en una
de los nuestros. Además, no puedes negarme que no hay nada en este mundo que no
desees más que eso.
-Eso
es cierto, si ella fuera inmortal, no tomaría tantas precauciones ni cuidados
con ella, y desde luego que ni con dinamita nos podrían separar.
-Entonces
–intervino Jasper–, ¿Qué problema tienes con convertirla? Basta con decírselo a
Carlisle, porque no creo que tú pudieras parar de beber su sangre si la
mordieras; y en dos o tres días la tendrías a tu lado para siempre.
-No
Jasper, no puedo condenarla a esta existencia para siempre, ella no lo merece.
-Pero
si ella quiere,… –apuntilló Alice.
-¡Pero
yo no! –Terminé gritándoles. ¿Nadie era capaz de entender mi punto de vista?
-Digas
lo que digas, va a acabar convertida en una preciosa y excepcional inmortal. Ya
lo he visto en mis visiones, y sabes que yo no fallo.
-No,
si puedo evitarlo.
-No
podrás.
1 comentario:
ha pero que terco es edward de no querer comvertirla ya veremos,despues de todo ella si quiere besos
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