Capítulo 41º: ¿Qué es un Vulturi?
BELLA
Apenas
si teníamos tiempo para hacer las maletas y volver rápidamente a Chicago. Alice
llamó de inmediato al aeropuerto, y consiguió cuatro asientos en un vuelo
directo a Seattle, que salía en apenas dos horas, así que el tiempo era
crucial.
Ya
en el avión, me acomodé entre Edward y Alice, y poniendo la cara más
convincente que pude, consciente de que de aquí no se podrían escapar, les pedí
explicaciones de qué era lo que pasaba.
-Edd,
¿me puedes explicar lo que está pasando?
-Nada
cari, simplemente volvemos a casa –estaba claro que él no iba a contármelo.
Desde hacía tiempo lo notaba con una actitud sobreprotectora conmigo. Hasta el
punto de no contarme nada de lo que pudiera pasar. Eso no se lo podía consentir,
no ahora que sabía que algo grave pasaba. Si no, no habríamos dejado la cabaña
tan precipitadamente, con lo bien que lo estábamos pasando los cuatro allí.
-Veo
que tú no me lo vas a decir. Alice –me giré hacia ella, esperando una
respuesta. Ella confiaba más en mí, y sé que no me ocultaría nada–, ¿me puedes
decir qué es lo que pasa? ¿Quiénes son los Vulturis?
Ellos
dos se miraron, cómplices. Había tensión en sus ojos, no estaban de acuerdo en
lo de decirme lo que pasaba. A ella la veía con ganas de decírmelo; pero él,
con su actitud protectora, la quería coartar para que no lo hiciera. Vi una
oportunidad, ella quería contármelo, si la presionaba un poco lo haría, y justo
cuando iba a abrir la boca nuevamente para llamar su atención, Edward habló.
-Está
bien Alice, déjame a mí. Verás Bella, estamos en un grave peligro. Sabes lo que
pasó con Tanya.
-La
rubia que me atacó.
-Sí,
esa. Ya has visto en qué se puede convertir el novio de tu amiga Mia. Son una
manada, protegen a su gente de los nuestros.
-Por
eso su interés de ello porque me alejara de vosotros.
-Sí.
Acuérdate del profesor Uley. Por eso no dudaron en salir en tu defensa aquel
día. La persiguieron hasta matarla.
-Eso
lo sabía, Jacob presume de ello.
-Tanya
tiene dos hermanas, y han estado en Forks buscando venganza. Mi familia no las
ha dejado, no ven justo que ellas dos aniquilen la reserva entera de los Quileute,
cuando lo que hicieron fue protegerte de su locura.
-Desde
luego que no es justo. Ellos simplemente salieron en mi defensa, que soy totalmente
inofensiva.
-Así
es. Pero sus hermanas no lo ven así. Nuestros enemigos naturales siempre han
sido los licántropos, y que ellos hayan matado una de nosotros es mucho más que
una ofensa. Como Como Carlisle no las ha dejado, han ido con el cuento a los
Vulturis.
-¿Esos
quiénes son?
-Digamos
que son la realeza de nuestro mundo. Es el aquelarre más grande y poderoso de
la Tierra. Tienen un amplio ejército, y ellos se encargan se hacer que se
cumplan nuestras leyes.
-¿Tenéis
leyes?
-Sí,
muy pocas, pero sencillas. A quien las incumple, los Vulturis le aplican la
pena de muerte sin contemplaciones. Y nosotros hemos incumplido varias. Irina y
Kate van a avisarlos, y vendrán a por nosotros.
-Yo
lo he visto en una de mis visiones del futuro –Alice, que estaba pendiente de
la conversación, intervino en ese momento. Recordé al instante el don que
tenía, y entonces comprendí.
-¿Tú
ya has visto que ellos van a venir?
-Sí.
Por eso es muy urgente volver a casa. Cuando eso suceda, hemos de estar toda la
familia juntos. No sé si tendremos alguna oportunidad de salir vivos de ésta,
pero desde luego que separados las oportunidades menguan.
Nos
quedamos en silencio, comprendiendo la gravedad de la situación. Tal vez no
saldríamos vivos de un enfrentamiento contra los dichosos Vulturis. Edward se
agarró a mi mano, con urgencia, trasmitiéndome todo el miedo que le causaba
esta situación. Y yo le agarré fuertemente el brazo, apoyando la cabeza contra
su hombro. Si él, que no le temía a nada, esta así de tenso, la situación era
mucho más que difícil y complicada. Jasper atrajo a Alice hacia sí, y
acurrucados cada una con su pareja, dejamos que el silencio campara a nuestras
anchas con nuestros miedos, y esperanzas; si es que alguno las tenía.
Horas
después tomábamos tierra en el aeropuerto donde nos esperaba Emmet. Subimos al
coche y pusimos rumbo a Forks, a la casa de los Cullen, ese sería nuestro
cuartel general, y donde supuestamente seríamos visitados por los Vulturis. En
el camino un escueto y callado Emmet nos comentó algo de unos inesperados
aliados que tendríamos apoyándonos, pero no quiso decirnos más. Por su cara,
Edward, con su don, había leído en sus pensamientos de quienes se trataba, y
nervioso sonreía mientras su mirada se perdía por la ventanilla del coche, agarrado
fuertemente a mi mano.
Al
llegar a la casa Carlisle nos recibió, y tomando asiento en los sofás del
recibidor, nos puso al corriente de lo que había acordado con nuestros
impredecibles aliados.
-¿Os
ha comentado ya Emmet el nuevo acuerdo al que he llegado con los Quileute?
-Yo
más o menos estoy al corriente por sus pensamientos –le contestó Edward a
Carlisle–, pero ellos –nos señaló a Jasper, Alice y a mí–, no.
-Pues
es más sencillo de lo que parece. La manada de licántropos va a defender su territorio
contra todo lo que la amenace, pero en esta ocasión van a ser más inteligentes,
y vamos a unir nuestras fuerzas para derrotar un enemigo en común.
-¡Vaya!
–exclamó Jasper, realmente sorprendido–. ¿Los lobos se nos van a unir?
-Más
o menos, ya sabéis lo reacios que son a tratar con nosotros, pero conocen el
peligro de la situación, y están dispuestos a luchar si llega el caso, a
nuestro lado. Alice –se dirigió a ella sin preámbulos–, necesitamos saber el
día exacto que van a venir, ¿eres capaz de averiguarlo?
-Eso
es como buscar una aguja en un pajar, ya sabes que precisar fechas en mis
visiones es muy difícil.
-Lo
sé, pero, ¿no puedes darnos alguna pista para ir haciendo planes? Sería
perfecto poder recibirlos en el bosque, en el claro de ahí arriba, y así hacer
que la manada estuviera presente. Mostrarnos fuertes ante Aro es crucial.
-Lo
sé Carlisle, pero,… espera que la repase a ver si pudiera encontrar algo que
nos sirva. Edward, piensa conmigo.
Alice
cerró los ojos. Una de sus manos reposaba entre las de Jasper, que las
acariciaba dulcemente, supongo que incitándola al relax para que se pudiera
concentrar lo máximo. Dejó de respirar ante mi sorpresa. Edward debió de notar
mi desazón, y en un susurro me recordó que ellos no necesitan el oxígeno, respiran
por mera costumbre. Lo miré a él, y lo vi con los ojos cerrados también. Estaba
concentrado en los pensamientos de Alice, a ver si entre los dos podían ver
algo que nos ayudara.
-Las
sombras de las ventanas. Fíjate Alice, el sol está fuera. Van a venir en un día
soleado.
-Para
finales de la semana que viene se espera sol durante varios días –fue Emmet el
que intervino.
-Pues
entonces eso es todo lo que nos podemos aproximar Carlisle –Alice abrió los
ojos.
-Supongo
que ha de ser suficiente, menos es nada. Hemos de estar preparados, y
coordinarnos con la manada. Hemos de dar la imagen de ser una piña.
-Eso
va a ser bastante difícil cuando hay lobos de por medio.
-Lo
sé Emmet, pero es nuestra única oportunidad. Hay que intentarlo al menos. Luego
me pondré en contacto con ellos. Esme y yo vamos a salir de caza. Estad atentos
a todo, ¿vale?
-Descuida
Carlisle, estaremos alerta. Además, si deciden algo a última hora, Alice lo
verá.
Jasper
fue quien los despidió, tranquilizándolos de todas las maneras posibles. Todos
se fueron yendo de allí hasta quedar en el sofá Edward y yo solos. Me acunó
entre sus brazos, y entonando una suave melodía, me instó a que descansara un
rato entre sus brazos. El día había sido largo y de lo más movidito, y
seguramente mi cara reflejaba el cansancio. Dejé mi cabeza reposada sobre su
pecho, y al arrullo de su voz, me dormí.
Era
un día de un brillante sol, de esos que te ciega, reflejándose en todas las
superficies. En las hojas de los árboles que nos rodeaban, en las piedras que
sobresalían del tupido manto que cubría el claro en el que estábamos. Hasta en
la misma hierba y las florecillas de colores que la adornaban reflejaban los
imponentes rayos del sol. Todos estábamos allí. A nuestra izquierda unos lobos
enormes nos acompañaban. A pesar de lo idílico del lugar, la tensión se podía
cortar en el ambiente con un cuchillo. Todos estaban nerviosos, mirando en
todas direcciones, atentos a los susurros del viento en las ramas de los
árboles. De repente el sol fue tapado por una negra nube, y unas sombras, más
oscuras aún, cayeron sobre nosotros. No vi nada. Fue como un golpe duro, seco,
que me soltó de la mano de Edward, y me sumergió en un aterrador frío, rodeada
de la más absoluta oscuridad. Una aterradora risa golpeaba mis oídos. Muerta de
miedo, grité.
-¡Bella,
cariño! ¡Despierta! No es más que una pesadilla.
Abrí
los ojos, aun aterrada, y me encontré con la preocupada mirada de Edward sobre
mí. Aún estaba entre sus brazos en el sofá. Me había quedado dormida, y había
tenido una pesadilla que había caído sobre mí como una losa. Sin decirle nada
me aferré a él, rodeándole con mis brazos, sin intentar siquiera ocultar mi
desconsolado llanto. Había sido tan real ese frío, esa oscuridad que me
apartaba de su lado, que aún tenía el corazón compungido. Él trataba de
consolarme, tranquilizándome mientras pasaba suavemente una de sus manos por mi
espalda, y besaba mi pelo y mi frente.
-Ya
ha pasado cari, solo ha sido una pesadilla. No te preocupes por nada mi amor.
Estás a salvo entre mis brazos, ¿vale?
Asentí
con la cabeza, sin querer despegarme de él. Algo muy grave y poderoso de cernía
sobre nosotros, y yo no estaba muy segura de que pudiéramos afrontarlo con
éxito.
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