8/2/12

BUSCANDO UN SUEÑO:21º.- Nuestro primer beso



Capítulo 21º: Nuestro primer beso




EDWARD

Al verla entrar por el portal notaba cómo con ella iba mi corazón, pues ya tenía unas incontrolables ganas de estar nuevamente en su compañía. Y no iba a dejarla por mucho tiempo sola. Aparqué el coche unas calles más allá y volví casi volando a la azotea del edificio. Sabía que ahora tan solo iba a dormir, pero no me importaba, yo lo único que necesitaba era estar cerca de ella, sentir su presencia, y esa necesidad bien sabía que ya jamás desaparecería.
Desde la azotea percibí claramente los pensamientos de Angela, la estaba esperando. Su otra compañera de piso, Mia, dormía pesadamente en uno de los cuartos. Estaban hablando de la velada. Con mucha curiosidad me puse lo más cerca posible de ellas para oír la conversación, que aunque sabía que estaba mal, no me pude resistir




***




BELLA

Cerré la puerta sin apenas hacer ruido, y al pasar por la puerta de la salita de estar vi la luz encendida, al acercarme Angela me llamó, estaba esperándome.

-¡Bella!
-¿Angela?... ¿Qué haces ahí tan tarde? – me sorprendió verla despierta a esas horas. Estaba sentada en el sofá con un libro entre las manos, esperándome como si se tratara de mi madre.
-Esperándote. Ven y hablemos. – me invitó a sentarme junto a ella – Os estuve observando un rato en el Starbucks y se os veía muy bien juntos.
-Sí, ¿verdad? – me acerqué al sofá con una sonrisa de las tontas, pensando en la imagen que ella habría visto, y mientras me quitaba los zapatos que me estaban matando, terminé sentada a su lado.
-Realmente no parece mal chico. No sé exactamente qué te hizo hace dos años, pero por su actitud se le nota que siente algo por ti.
-Es cierto, pero es muy pronto para saber si me sigue queriendo realmente. Creo que ni él mismo sabe claramente de sus sentimientos hacia mí. Ha cambiado en este tiempo.
-¿Por qué dices eso? ¿Qué te ha dicho?
-No, nada, es que…
-¿Qué ha pasado Bella? – notó al vuelo mi desazón al recordar el rechazo cuando fui a besarlo.
-Antes he ido a besarlo, y me ha rechazado.
-¿Te ha rechazado?
-Sí. Enseguida me ha explicado el por qué, pero me ha dolido que lo hiciera.
-Imagino que tendría un buen motivo para ello.
-Así es. Su amnesia. Por eso lo he comprendido, me ha pedido un poco de tiempo. Es solo que me cuesta un poco de trabajo acostumbrarme a eso. A veces, estando a su lado parece como si el tiempo corriera hacia atrás y volviera a aquella época en Chicago. Lo compartíamos todo, éramos una pareja muy feliz, y al volver a estar con él no me puedo reprimir en besarlo cuando me apetezca, como hacía antes.
-Bueno, te entiendo, pero deberías darle ese tiempo que te está pidiendo. Debes comprender que para él tampoco es fácil todo esto.
-Lo sé Angela, por eso se lo voy a dar.
-Hazlo, no te arrepentirás. Ben y yo hemos hablado antes de vosotros, y lo que estamos viendo nos hace pensar que va en serio contigo.
-Sí, y muy despacito. A veces creo que tiene miedo de tocarme, de cogerme simplemente de la mano.
-A ver si lo que necesita es un empujoncito,… ya me entiendes – insinuaba pícaramente mientras me miraba por encima de sus gafas a la vez que levantaba un par de veces simultáneamente ambas cejas.
-¡Que va! Después de lo del beso de esta noche me voy a portar como una niña buena y esperar que él dé el primer paso. Es ese el tiempo que me pide.
-Entiendo. – Me comentaba mientras se le abría la boca con un bostezo – con tu permiso me voy ya a la cama, ¡Es tardísimo!
-Sí, menos mal que mañana no tenemos que madrugar.
-Serás tú. A las nueve viene Ben a recogerme, quiere que pasemos el día entero con su familia en el campo.
-Entonces voy a tener el piso para mí sola todo el día, Mia se va también con el chico ese del banco a pasar el fin de semana fuera.
-¡Esta chica no para! Ya se le ha pasado lo del doctorcito.
-Mejor para ella. Anda vamos a dormir – le decía mientras la agarraba del brazo y tiraba de ella hacia el pasillo – si vuelves a bostezar otra vez te veo durmiendo en el sofá.

Entre la hora que era y lo cansada que estaba pasé de darme una ducha y me fui directa a la cama. Ya tendría tiempo mañana en todo el día para hacerlo tranquilamente, y poder disfrutar de la casa yo sola. Aunque también se me iba a hacer muy largo. Al despedirme de Edward no habíamos quedado en nada para este fin de semana. Si él no daba señales de vida, lo iba a dejar tranquilo, no quería presionarlo, quería que todo entre nosotros fluyera de la manera más natural posible. Ya en mi cama me dormí pensando en él, en esos ojos de ese color tan especial, tan diferentes de sus brillantes ojos verdes; pero con su encanto también. Jamás había visto unos ojos dorados así. Y en su sonrisa, ésa sí que no había cambiado, pícara, chispeante, con un toque sensual que en ciertas situaciones hablaba por sí misma. Cuántas veces había caído rendida a sus pies con que tan solo me sonriera de esa forma tan explícita. Con él en mi cabeza, y con la esperanza de que a lo largo del fin de semana me llamara para quedar, aunque solo fuera para tomar un café, me dormí plácidamente.


***


EDWARD

La conversación que oí entre ellas fue muy reveladora. Bella simplemente quería más de mí. Y eso hizo que mi muerto corazón casi volviera a cobrar vida por la emoción. Quería recuperar la relación que teníamos en Chicago. Quería estar conmigo al cien por cien, sin saber el peligro que corría su vida por eso. Porque no iba a ser fácil estar así con ella. No para mí, cuando una parte de mí quería beber su sangre, aunque eso en los últimos tiempos no me había dado ningún problema, todavía. Si ella quería ese cien por cien, lo tendría. Yo me aseguraría a toda costa que estuviera segura siempre. No sabía cómo lo lograría, pero lo haría.
Divagando sobre su seguridad las oí hablar sobre los planes que tenían para el día siguiente. ¿Iba a estar el sábado todo el día sola en casa? Aquello hizo volar mi imaginación. De repente me imaginé con ella en su casa, sentados en el sofá viendo una película. O en la cocina charlando. Donde fuera, lo importante era poder estar con ella todo el tiempo posible. Y teniendo ya esos planes trazados, lo mejor era cumplir también con los impuestos sobre su seguridad. Si quería pasar el día a solas con ella, debería alimentarme bien antes. Así que mientras las oía ya a cada una en su cuarto, listas para dormir, creí oportuno salir de caza y alimentarme bien. Después volvería a una hora prudente para intentar estar con ella todo el tiempo posible de ese día. Salté al edificio de al lado y bajé al suelo por las escaleras de incendios a un callejón. Cogí el coche y salí de allí con las ideas más claras que nunca, e intenciones de volver en unas horas.
Después de haber satisfecho mi permanente sed, fui a casa a cambiar mi ropa y a recuperar mi volvo, seguro que más tarde le gustaría dar una vuelta. Bajando las escaleras, a punto de irme, Carlisle y Esme me detuvieron, querían hablar conmigo de ella.

-¡Edward! Espera un momento.
-Vosotros diréis.
-Hijo, solo queremos aconsejarte – me dijo Esme, dando un paso hacia mí, y apoyando su mano en mi hombro.
-Lo sé Esme – le dije, apoyando yo a la vez mi mano sobre la suya, y apretándosela con cariño.
-Sabemos lo que sientes por ella – habló Carlisle – y no dudamos de que nada malo le vas a hacer, pero Alice no está tan convencida – aquello me pilló por sorpresa, pues Alice siempre confiaba en mi autocontrol.
-Edward – fue ella la que me llamó, se nos acercó por detrás con Jasper, y giré en redondo mientras en su cabeza iba adivinando trazos de una de sus visiones. Me paralizó por completo – la he tenido esta mañana, si vas a estar con ella, por favor, lleva mucho cuidado y no bajes por un solo momento la guardia. La visión es muy confusa, pero el peligro es real. – A grandes retazos me veía sentado en un sofá con Bella a mi lado, a punto de besarnos, y en el último momento inclinaba mi boca hacia su cuello, buscando su yugular.
-Hijo, confiamos en ti – Carlisle hizo un voto de confianza a mi favor – pero ten mucho cuidado, y no la expongas a ese peligro.
-Lleva el móvil encima – Alice tuvo una gran idea, yo ya la había visto en su cabeza mientras ella la explicaba con palabras – y si vuelvo a ver algún peligro, te llamaré inmediatamente. Estate muy atento.
-De acuerdo, – la idea era buena, así tendría unos segundos para reaccionar y evitar esa situación de peligro – no quiero que os preocupéis. Voy a pasar el día con ella, y voy a estar alerta en todo momento. No quiero hacerle ningún daño, y no se lo voy  a hacer, ¿vale?
-Confiamos en ti – Esme me dio esa confianza que ahora hacían todos en mí, hasta Emmet, que estaba viendo un partido de béisbol en una de las habitaciones, que parecía ajeno a toda la conversación, me apoyó mentalmente.

Los miré agradecido, y rápidamente fui al garaje a por mi volvo. Ya estaba perdiendo allí un tiempo precioso, tiempo que preferiría mil veces pasarlo al lado de mi Bella.

A eso de las once de la mañana toqué su timbre desde la calle. En una de mis manos llevaba un par de DVD´s con dos películas que le gustarían y unos donut´s, en mi mente algo me decía que le gustaban, y había comprado unos cuantos para que desayunara; y en la otra llevaba un ramo de rosas. Pasados un par de minutos volví a pulsar el timbre, seguro que estaba aun durmiendo, pero era ya hora de levantarse, me moría de ganas de estar a su lado. Un minuto después la oí a través del telefonillo:

-… ¿Sí? – su voz dormida me reveló que, efectivamente, estaba durmiendo.
-¡Buenos días cari! – No pude reprimirme, rebosaba felicidad con tan solo oírla. – ¿Qué te apetece hacer hoy?
-¿Edward?
-¡El mismo! Te invito a desayunar, el café lo pones tú, yo los donut´s – la oí bostezar, e imaginar su carita así me hizo reír. Estaba ansioso por estar a su lado.
-¿Donut´s?
-Aquí en mis manos tengo unos cuantos recién hechos, y he traído suficientes para ti y tus amigas. – Se suponía que yo no sabía que estaba sola – ¿Me abres y subo?
-Con unos donut´s en las manos tienes todas las puertas de esta casa abiertas Edd, – reí su ocurrencia – pero te advierto que tienes que subir en el ascensor hasta el tercero, y de ahí hasta el piso por las escaleras – me avisaba mientras empujaba la puerta para abrirla, sin saber ella que tenía intenciones de subir por las escaleras del tirón. Hice algo de tiempo, y toqué el timbre del piso.
-¡Pasa, está abierto! – me gritó desde el interior del piso. Entré. – Dame un minuto y salgo. Y no te preocupes por nada, estamos solos. – Eso ya lo sabía.

La pequeña salita de estar hacía las veces de recibidor, amueblada muy modestamente. A fin de cuentas era un piso de estudiantes. Un par de sofás, una mesita delante, un par de sillas, y un viejo mueble con un equipo de música. No había ninguna televisión allí, así que consternado miré los DVD´s que llevaba en la mano. No habría sesión de cine en el sofá a su lado. La oí cerrar el grifo de la ducha, y cinco minutos después su olor envuelto en el de champú, gel y alguna colonia fresca la precedió por el pasillo, derribando muchas de mis defensas. Apareció ante mis ojos como si de una diosa se tratara. Llevaba un sencillo vestido blanco de entretiempo, fiel reflejo de cómo es ella. Me quedé con la boca abierta mientras se acercaba a mí, radiante, con una sonrisa en sus labios, y los ojos chispeantes, imagino que por verme. Por un momento el monstruo que clamaba por su sangre se removió en mis entrañas. Eso me alarmó. Temiendo que Alice me llamara al móvil de un momento a otro, aparté mi vista de ella y la dirigí al ramo de rosas que le traía, acallando a la fuerza al monstruo. No le iba a consentir que hiciera daño alguno a la mujer que era la razón de mi existencia.

-¡Buenos días princesa! Espero que te gusten las rosas…
-¡Oh Edward! Te has acordado de mis flores favoritas. – Casi a saltitos se acercó a mí a recogerlas y llevarlas a su rostro para olerlas.
-Por supuesto. Hay cosas que no he olvidado, como que también te gustan los donut´s – era menos romántico que las rosas, pero casi más efectivo, pues su estómago gruñó al verlos, haciendo que ella se sonrojara bajando el rostro al suelo, por la vergüenza. Sonreí complacido por esa reacción tan natural – veo que te alegras al verlos, – bromeé – vamos a la cocina a desayunar.
-Ven conmigo, allí las pondré en un jarrón con agua, y enseguida pongo la cafetera. – me cogió de la mano con total naturalidad, y me condujo a la cocina, igual de sencilla que la salita.
-Cari, me vas a tener que perdonar, pero no voy a poder acompañarte desayunando. – sus ojos me miraron extrañados – Ya he desayunado y, bueno, a raíz de aquella enfermedad tropical he de seguir una dieta muy estricta… para no caer enfermo otra vez – me dolía mucho mentirle tan descaradamente, si hasta se me tenía que estar notando que lo iba inventando sobre la marcha. Pero no tenía otra opción, era esto o inflarme a comida para humanos… ¡Buag!
-Bueno, no te preocupes, por lo menos me harás compañía – no sé si me creía, pero lo disimulaba muy bien – mientras no me hagas comerme yo sola todos esos donut´s que has traído. – sonreí negando con la cabeza, me encantaba su sentido del humor.
-He traído tantos pensando en tus compañeras, Angela y… ¿cómo se llama la otra chica? – tenía que defender mi coartada.
-Mia.
-Esa misma, Mia. Los dejaremos aquí para ellas. Y ahora, señorita, sírvase su café con su donut´s, ¡y que le aproveche!

Verla desayunar fue todo un espectáculo, es que hasta sorbiendo el café, porque estaba demasiado caliente, me gustaba. Me quedé ensimismado mirándola fijamente, tanto, que llegué a incomodarla. Así que aparté mis ojos de ella para que pudiera desayunar tranquila. Mientras fregaba bajo el chorro del agua la taza y la cucharilla le propuse ver una de las películas que había traído.

-Me gustaría mucho ver una película contigo. En Chicago lo hacíamos muy a menudo. Lo que pasa es que aquí no tenemos televisión – me contestaba, con cierta nostalgia en la voz.
-Ya me he dado cuenta de eso, no pasa nada. – le dije, y para que no pensara más en eso le propuse otro plan – Entonces, ¿Qué te apetece hacer? ¿Salimos a dar un paseo, o nos quedamos aquí? Tenéis una buena colección de música ahí afuera.
-¿Te apetece quedarte aquí charlando, con un poco de música de fondo? – me preguntó.
-A mí sí, ¿y a ti?, no es mal plan.
-A mí también. Ven, pondré algo de clásica, ¿o prefieres alguna en especial?
-La que tú elijas me gustará.
-Tengo una que te va a gustar mucho. Siéntate aquí – me llevó hasta uno de los sofás y casi de un empujón me hizo sentarme – y espérame, voy a por el CD a mi cuarto.

Se perdió por el pasillo y enseguida salió con un CD en las manos. Lo introdujo en el equipo de música y le dio al play. Justo cuando empezaron las primeras notas a inundar la salita ella tomaba asiento a mi lado. Unas suaves notas a piano nos fueron envolviendo suavemente. Ella me miraba con los ojos brillantes, en silencio. Y no sé cómo, esa dulce melodía se fue adueñando de mi cabeza, y como si fuera por ella abriendo puertas, fueron acudiendo a mi mente recuerdos nuestros a cada nota. Fue como una revelación, descubrirla como amante, recordarla con la pasión a flor de piel, cuando en un tiempo ya pasado nos entregábamos el uno al otro sin contemplaciones. Cerré los ojos, tratando de retener en mi mente todos esos recuerdos mientras la música seguía despertando en mí más recuerdos nuestros.
Y de repente sentí una de sus manos posarse en mi cuello. La calidez me hizo abrir los ojos y al hacerlo la contemplé como si no la hubiese visto en mi vida.

-No necesito de recuerdos teniéndote a mi lado.

Le susurré. Ella no supo entenderme, pero se dejó llevar cuando me fui acercando a sus labios, dispuesto a tomarlos como en mis recuerdos,  ya que eran míos, toda ella era mía como yo de ella. Vio claramente mis intenciones y lejos de sorprenderse se dejó llevar y me arrastró con ella, agarrándome con su mano de la nuca y acelerando la aproximación entre ambos. Con los ojos ya cerrados por el deseo, sintiendo su cálido y embriagador aliento en mi boca, una mínima parte de mí se puso en alerta, pues el monstruo se contrajo ante su proximidad. Lo acallé, y esperando entonces la inminente llamada de Alice, me sorprendió el roce de sus labios, calientes, carnosos. Le correspondí, primero tímidamente, moviendo los míos a su ritmo. Seguía esperando la llamada de Alice, mientras el monstruo luchaba dentro de mí, y ella tomaba totalmente la iniciativa succionando mi labio inferior. Otra parte de mi anatomía, mucho más abajo, reaccionó como nunca antes lo había hecho, y una de mis manos se fue por voluntad propia hacia su cuello, afianzándola sensualmente. El monstruo laceraba la fuerte resistencia a la que lo tenía sometido mientras su esponjosa lengua había coronado ya toda mi boca, y empezaba una singular danza con la mía, al son de las notas que nos envolvían. Y Alice no llamaba. De repente lo vi todo claro. Abrí mis ojos y me encontré su cara pegada a la mía, sus ojos cerrados, su cuerpo temblando, exudando  por cada poro de su piel el deseo puro y duro que la recorría. Con un ligero movimiento la tumbé boca arriba en el sofá y me situé encima de ella. A la misma vez que mi mano libre recorría su escote en busca de un sitio por donde introducirse entre sus senos. El móvil sonó. ¡Maldita Alice!

Bruscamente me aparté de ella con la excusa del móvil, y contesté la llamada.
-¡Sí!... no, no te preocupes por nada,… sí,… ya,… está bien,… no,... Vale, luego nos vemos. Adiós. – Colgué, con mis imposibles nervios a flor de piel. Si no me hubiera interrumpido habría ocurrido algo terrible para mi Bella. – Lo siento, era Alice, tenía algo muy importante que decirme.
-Ya, Alice, muy oportuna – dijo con cierto enfado, imagino que después de esto le tomaría más manía aún.
-No te enfades, ella no tiene la culpa. – intenté cambiar de tema, y ante todo no retomar el que teníamos encima del sofá, así que me senté en una de las sillas delante de ella – Cari, ¿qué compositor es el que está sonando? Me ha evocado muchas cosas del pasado, sé que lo conozco, pero no puedo identificarlo.
-Es Debussy. – Suspiró vencida, sabía que ya no íbamos a retomar el asunto donde lo habíamos dejado. – La pieza se llama “Claro de luna”, es una de nuestras favoritas. Siempre la poníamos cuando queríamos intimar – me confesó, mirándome con ojos suplicantes, pero no podía caer otra vez ahí.
-Pues es preciosa. No me extraña que fuera una de nuestras favoritas. ¿Y qué más música tienes por aquí?

Me salí por la tangente descaradamente. No podía seguir por ese camino, no hasta que el monstruo en mi interior estuviera desterrado. No podía exponer su vida de esa manera. Pasamos el resto del día juntos hablando de infinidad de cosas, riéndonos de otras tantas, aprendiendo el uno del otro, mirándonos de mil formas diferentes. Y con cada mirada me iba perdiendo cada vez más en sus ojos, enamorándome con cada gesto, cada movimiento de su cuerpo y cada palabra que nacía de su boca. Por la tarde salimos al cine y a dar un paseo por las calles de Seattle. A media noche la dejé en el piso, habiendo trazado ya planes para el domingo. Daríamos una vuelta con el coche por el lago Washington. La despedida en el portal de su casa fue, cuando menos, mejor que la de la noche anterior, pues me atreví a darle yo un beso a ella, como si fuéramos quinceañeros, debajo de las escaleras, casi a escondidas.
Me fui feliz de allí a dejar el volvo unas calles más abajo, y volver rápidamente, a velar su sueño desde la azotea del edificio. En plena noche, mientras oía su respiración, asomado todo lo cerca que podía de su ventana, oí su voz claramente pronunciando mi nombre. Al principio me asusté, ¿me habría visto? No, seguía durmiendo. Segundos después volvió a pronunciar mi nombre. ¿Bella me llamaba en sus sueños? Una sonrisa de felicidad se dibujó en mi rostro, me amaba. Lo vi claro, si hasta soñaba conmigo, y me llamaba en mitad de la noche. Lo que daría por poder contestar a esa llamada, y arroparla junto a mí mientras velaba sus sueños. Volvió a llamarme una tercera vez, y yo ya estaba deseando que naciera un nuevo día para poderlo pasar a su lado. Como quería pasar ya todos los días venideros. A su lado.


1 comentario:

aras dijo...

me encanta esta historia sigue publicandola por fis ami si me gusta y creo que a muchas otras tambien les encanta nada mas que aveces uno es decidioso para poder dejar un comentario ami me encanta